Un camino posible para democratizar la banca

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El Open Banking podría implicar una serie de riesgos, aunque las estadísticas a la fecha muestran que su nivel de seguridad es superior al de la banca tradicional, considera Julián Colombo.

 

Julián Colombo

(Expansión) – Cuando un individuo piensa en los precios de un banco suele enfocarse en las comisiones que este le cobra por sus cuentas o sus tarjetas. Pero hay un segundo componente llamado margen financiero y que es generado por la diferencia entre las tasas a las que una institución capta y presta el dinero. Este precio es menos conocido y es producto de un algoritmo, por lo tanto, no es el mismo en todos los bancos y para todas las personas.

 

Una forma de poder comparar costo de créditos o remuneración sería consultar al mismo tiempo en muchos bancos a la vez. De eso, y muchas otras cosas, se trata el Open Finance.

 

Este concepto y sus componentes Open Banking (bancos), Open Insurance (seguros) y Open Investment (inversiones) son parte un movimiento regulatorio nacido en Europa en 2015, que tiene como objetivo dar mayor poder al usuario de servicios financieros a través de un principio simple: reconocerlo como dueño de sus datos.

Revisemos entonces cómo un banco fija el precio, por ejemplo, de un crédito personal: en la tasa de interés que cobrará se incluyen muchos conceptos, pero el más importante y variable es el de “probabilidad de impago” del deudor. Si el banco entiende que el cliente es riesgoso, cobrará más caro el crédito.

 

Pero el Open Finance cambia radicalmente esta ecuación. Su concepto central es que el cliente de un banco (digamos Banco A) puede autorizar a otro banco (Banco B) a obtener TODA su información para cotizarle un crédito o cualquier otro producto.

 

Este sistema es voluntario para los clientes y la autorización que brinden será siempre definida no sólo en instituciones, sino también en tiempo y alcance. Es decir, un cliente autoriza al “Banco A” a obtener sus datos, durante 30 días, y a los efectos de, por ejemplo, ofrecerle un paquete de productos. Terminado ese período el “Banco A” no puede consultar más los datos, ni tampoco puede hacerlos para fines distintos de los autorizados explícitamente.

 

Algunos de los beneficios son: aumentar la competencia en el sector, mejorar la oferta de productos y servicios, otorgar al cliente el poder sobre sus datos, ayudar a prevenir el fraude y contribuir con la inclusión financiera.

 

Así como trae beneficios tanto para las entidades financieras como para los consumidores, el Open Banking podría implicar una serie de riesgos, aunque las estadísticas a la fecha muestran que su nivel de seguridad es superior al de la banca tradicional.

 

Entre ellos, los ataques a las plataformas tecnológicas que pueden comprometer, debido a que la mayor disponibilidad de datos hace más atractivo el potencial hackeo; y el riesgo sistémico ya que, al ser un sistema altamente integrado, los riesgos de ciberseguridad y fraude pueden afectar no sólo a una entidad financiera sino contagiar a parte o al total de entidades que conforman el sistema.

Sin embargo, debo aclarar que las estadísticas a la fecha muestran que el nivel de seguridad es superior al tradicional.

 

El futuro del Open Finance en la región

Latinoamérica parece ser la región con mayor potencial de aprovechamiento de este concepto. Esto se debe a una serie de razones: la primera es el BATE GAP, que es la diferencia entre el número de personas con un smartphone y sin cuenta bancaria. Entonces, cuanto mayor es la brecha, más atractivo es el mercado.

 

Para hablar con los números sobre la mesa, el 55% de la población latinoamericana se encuentra bancarizada, pero al mismo tiempo el 80% de los adultos de la región posee un teléfono móvil. Esta diferencia del 25% es lo que tienta a las nuevas compañías a incursionar en mercados como el mexicano, el brasilero, el argentino o el chileno.

 

Sin ir más lejos, en Brasil ya comenzó la fase 2 del plan sobre Open Banking, en el que los usuarios pueden autorizar a que se compartan sus datos personales y transaccionales con las instituciones financieras de su preferencia. En junio de este año, en México entró en vigor la exposición de Datos abiertos para cajeros automáticos y se espera que para el 2022 comience una “segunda fase”, en la que está contemplada la publicación de la regulación secundaria para Datos Transaccionales de débito y crédito.

 

Me encantaría poder extenderme sobre este tema aún más, pero no quiero marearte amigo lector, que fuiste tan amable de acompañarme por este extenso recorrido. Así que seré breve pero directo: el Open Finance y sus variables son una llave que nos abre la puerta a un nuevo mundo, uno en donde la inclusión de miles de personas al sistema financiero es posible, uno en donde los usuarios accedemos a mejores ofertas de bienes y servicios y en donde los bancos pueden ampliar su cartera de productos pensando en los clientes.

 

 

Nota del editor:

 Julián Colombo es economista y periodista con más de 20 años de carrera en el Banco Santander. Fundó N5, empresa dedicada a la transformación digital en la Industria Financiera. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

 

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