Eramos 33 en un auditorio para mil personas.
El presidente del mayor grupo financiero de Europa, en un viaje de dos días por Latinoamérica, había cumplido con su rigurosa rutina de dedicarnos una hora a los integrantes del “Proyecto Talento”. El formato de la reunión era conocido e invariable: 20 minutos de discurso y 40 de preguntas, en que todos nos esforzábamos por ser memorables. No era fácil. Aunque proveníamos de diferentes países, teníamos perfiles muy similares. Todos teníamos entre 25 y 30 años de edad, con buena formación académica, mejor desempeño profesional, y la ilusoria convicción de que éramos el futuro de la organización. Nuestras características eran igualmente homogéneas: nula humildad, elevada motivación e infinita rivalidad.
El discurso de “el Viejo” había sido extraordinario, como siempre. Con su inagotable pasión y singular lucidez, nos había contagiado su entusiasmo y optimismo. También había terminado cinco minutos antes, por lo que la sesión de preguntas fue más extensa de lo habitual. Estoy seguro de que todas las respuestas que nos dio ese día fueron igualmente brillantes. Pero sólo recuerdo la última con total precisión.
Una chica mexicana le preguntó: “cual es la forma correcta de hacer notar a la organización que estamos listos para desafíos mayores”?. La pregunta era excelente.
Primero, era una clara autopromoción. Sólo había que cambiar el “estamos listos” por “estoy lista”. Segundo, mostraba madurez para entender que hay formas culturalmente correctas e incorrectas de demostrar ambición, y le preguntaba al líder máximo cuales eran. Al Viejo le gustó la pregunta, y mirándonos respondió: “La forma de mostrar que uno está listo para desafíos mayores es hacer en forma superlativa las tareas que teóricamente le quedan chicas.”. Hizo una pausa larga y siguió “Es muy inverosímil pensar que alguien está listo para manejar la fusión de dos bancos si cuando lo mandan a hacer una fotocopia, le sale torcida. Uno tiene que hacer las mejores fotocopias del mundo antes de poder decir que hacer fotocopias es un desperdicio de su talento”. Veinte años después sigo acordándome de esta anécdota en muchas oportunidades.
La última fue cuando descubrí este video, que en su versión más extendida tiene 30 millones de visualizaciones.
Aunque sé que no es cierto, me gusta imaginar que la historia por detrás es la siguiente: Un baterista le pide a su agente que le consiga audiciones con bandas de rock famosas. El agente le dice “lo único que te pude conseguir hoy es ir a tocar a un show infantil, disfrazado de gato japonés”.